El cabestrero

En los años 30, al menos en todas las ganaderías que conozco en el Sur, existía la figura del hombre que se llamaba cabestrero. Conocí a uno llamado Antonio Aguilar. Cuando el traslado de la ganadería de Veragua desde el Molinillo en Toledo, al sur, tardó unos 40 días de recorrido en su viaje. El cabestrero iba cuidando que sus bueyes fueran al paso recomendado, ni muy ligero, ni muy despacio, según la resistencia de los becerros que iban todavia mamando. El cabestrero además preparaba la comida de los otros vaqueros durante el trayecto.

Ese hombre obligaba a obedecer a los bueyes con su honda, y yo lo vi en los primeros encierros de esa ganaderia para la lidia, estar más pendiente de los toros que los propios vaqueros a caballo, porque esos toros tratados por gente de a pie eran más obedientes a la honda y al hombre que a pie tenía la costumbre de obligarlos. Antonio había sido antes cabestrero en la ganadería de Miura y tenía tanta maestria con la honda, que un día lo vi matar un conejo con la piedra de la propia honda. Yo lo vi dos veces hacer algo entonces inverosimil para mí, y ahora imposible de repetir, porque ya incluso no existe el oficio de cabestrero. Hoy todos van a caballo y a caballo es más dificil manejar la honda.

Voy a contar al lector las dos faenas inolvidables que yo vi hacer a este hombre. Estaban apartando vacas los vaqueros y una de ellas, más veces hostigada y desobediente, empezó a arrancarse. En una de esas arrancadas vio a Antonio y se lanzó como una flecha hacía él. Antonio la esperó impavido y cuando ya iba a meterle la cara, se tiró Antonio sobre las manos de la vaca como si fuera un balón. La vaca naturalmente se asustó y se metió de nuevo en la piara; pero más tarde otra vaca, ya en el camino, cuando iban a otra cerca, empezó a molestar a la piara ya dócil y el ganadero le oyó decir a Antonio: A esta le pegaría yo una pedrada con mi honda y ya no daría más la lata. El ganadero lo autorizó a tirar de la honda, aunque la matara. Dicho y hecho una pedrada en la testuz y la vaca tiesa.

Esto que escribo ya pasó, hoy los toros tratados a caballo desde que nacen no son así, se llevan y se trasladan siempre con temple, despacio, porque si no lo haces así, si te enervas tu o tu caballos, los toros lo presienten y entonces no van a donde tu pretendes. Que lección torera más eficiente da el campo de los toros. El temple, virtud suprema del toreo.

Torrestrella, la historia continua

A mediados de los años 50 del pasado siglo, D. Álvaro Domecq y Díez, y su esposa, D. Josefa Romero, hicieron de su finca ganadera su casa, y en ella se han criado y crecido tres generaciones, además de los fundadores: la segunda es la de los Domecq Romero (Álvaro y Fabiola), la tercera la forman los Domecq Domecq (hijos de Fabiola y Luis Fernando Domecq Ybarra), y la cuarta y última los hijos de los Domecq Domecq, biznietos de los fundadores de la familia. Todos ellos han vivido, crecido y madurado, los de la cuarta un poco menos, amando el toro y el caballo, los dos animales sin los que la historia de Torrestrella y de “Los Alburejos” no tendría sentido.

Una cosa no se entiende sin la otra, desde el momento en el que la ganadería, que al principio se anunció como “Valcargado”, pronto cambio su denominación por la del castillo árabe que corona uno de sus cerros, el castillo de Torre Estrella.

Se podrían escribir cientos de cosas sobre la historia de esta divisa, una de las que mas sello de autor ha tenido a lo largo de estos años, hasta el punto de definir a D. Álvaro, como el “sastre de la bravura”, ese ganadero capaz de criar y seleccionar un toro al gusto de la figuras de cada época, como Curro Romero, Paquirri, José María Manzanares, Enrique Ponce, Joselito, Finito de Cordoba, Fernando Cepeda, Jesulín de Ubrique, Paco Ojeda o Francisco Rivera Ordoñez, entre otros. Máximas figuras que han tenido a los toros de la divisa azul marino y oro entre sus favoritos, contando con reses de esta vacada para sus mayores compromisos, para los de mas importancia. Y asi fue durante muchos de los casi sesenta años de historia de la vacada, con un punto de inflexión, que casualmente coincide casi exactamente con la desaparición de su fundador, en 2005.

En este periodo, que dura hasta la actualidad, la ganadería ha seguido estando presente en algunas ferias, pero lejos de los carteles de figuras, y solo en Bilbao, Pamplona o Sevilla, ha tenido continuidad. Puede que el motivo, solo puede, es que quizá en estos años, desde la muerte de D. Álvaro, o incluso puede que un poco antes, se subió un poco el termostato de la bravura en los tentaderos y se seleccionó en base a ese criterio, lo que propició que algunos ejemplares salieran menos del gusto de los toreros actuales, acostumbrados a un toro mas pastueño.

Pero, nada de esto, siendo injusto, por cuanto la vacada a lidiado muchos toros muy completos y de excelente comportamiento, nos debe alejar del tema principal, “Los Alburejos” y Torrestrella.

Ese vinculo, esa especie de cordón umbilical que unía la finca con la familia y con la ganadería, tanto la de toros, como la de caballos, se rompió el pasado 1 de julio de 2020, cuando los nuevos propietarios tomaron posesión de la llaves. Y, precisamente ese día, por casualidades del destino, tuve la suerte, el honor y el privilegio de estar allí por ultima vez, haciendo el reportaje de la camada de 2020, que no se pudo lidiar, y que es la última camada de cuatreños criada íntegramente allí. También para mi suerte, pude hacer esas fotos acompañado por D. Álvaro Domecq Romero, que pisaba por primera vez, y muy emocionado, la que durante 67 años, es decir, casi toda su vida, había sido su casa, y desde ese día ya no lo era.

Mucho se ha dicho y rumoreado desde entonces acerca de la ganadería de Torrestrella, pero lo único cierto, y lo pude comprobar el pasado martes 13 de julio, es que todo sigue como siempre, pero ahora en “El Carrascal”, otra de las fincas de la casa, a unos pocos kilómetros de “Los Alburejos”, muy cerquita de Benalup de Sidonia. En esta finca antes había algunos lotes de vacas y es en la que se realizan los tentaderos de machos, a campo abierto, de esta ganadería, y desde cuyos cercados de toros se puede ver perfectamente Vejer de la Frontera.

Unos cercados de toros donde se rematan los toros de 2020, cinqueños, algunos de los cuales se habrán lidiado en Huelva, así como los de 2021, cuatreños, y todos los que vienen por detrás, al tiempo que se terminan las obras de la nueva plaza de tientas, los corrales y demás elementos necesarios para el día a día de una ganadería, y de los que esta finca carecía.

Así pues, solo se puede decir que a pesar del cambio de finca, la ganadería de Torrestrella sigue muy viva, y el recuerdo de “Los Alburejos” en todos los miembros de la casa también.

Articulo de : Luis Alberto Simon García