El conocedor

El conocedor o mayoral debe ser un caballista consumado. Yo recuerdo de niño a los grandes hombres que dirigían las faenas ganaderas de antaño. Los Mateos, de Miura. Los Ojeda y Salas, de Jandilla. Los Muñoz, de Pablo Romero. Los Cid, de Murube. Y el famoso Pelele, de esta rama familiar que fue un garrochista de tronío. Hace poco estuve en su entierro y le contaba yo a uno de mis hijos la hazaña que le vi hacer en uno de los tentaderos de machos del Conde de la Corte, allá por los años 50.

Los becerros erales de aquel tentadero tenían muchos kilos, eran gordos y cornalones y con mucha fuerza, porque aquel año hizo una primavera de privilegio, hasta en los tejados de los caseríos había hierba.

Uno de los becerros hizo caer al picador y allí aparecío Pelele, a cuerpo limpio, a coger el eral por la cabeza. En ese instante se tiraron 3 o 4 caballistas, sobretodo ante la voz de Pelele que decía:

¿En dónde están los jóvenes? . Yo no me tiré, me ganó el paso mi hermano que era más valiente que yo, pero me dejó una imagen campera y valiente que nunca olvidaré y me hizo pensar que en los toros se puede más con el valor que con su falta. Un día, acosando vacas mansas para enseñar a los caballos la suerte del derribo, como las vacas estaban gordas y, quizás algunas, acosadas otra vez, que como saben se aferran más para no caerse. Ese dia vi un garrochista salirse por detrás de la concha de la silla y caerse, lo que repitío dos o tres veces y todo esto a campo abierto por el sol y la brisa. Allí estaban los mejores garrochistas y la buena y verdadera afición a la ganadería, por eso, por su amor propio de garrochista, se cayó tres veces aquel jinete.

De cuando en cuando aparecía una figura del toreo, que además de torero quería aprender y parcticar todas las faenas del campo en la ganadería, porque en el fondo su final era ser ganadero. Ahora también los toreros tienen ese deseo para su retirada, pero aquella tradición se va poco a poco perdiendo y, aunque se hacen, ha perdido el ritmo de las grandes tradiciones taurinas ganaderas. Fueron garrochistas que yo vi, Algabeño, Juan Belmonte, Domingo Ortega y otros. Ahora también hay grandes conocedores, pero quizás les falte esa afición de antaño y esa fama de caballista puntero que entonces tenía el campo de los toros, porque los toros se deben dirigir a caballo, no sólo porque es más seguro, sino porque a caballo se le da imiportancia al toro y al hombre, que recorre cada día la camada para ver que ha pasado en horas anteriores, cual toro recibio una cornada, cual está cojo, y persar la forma tradicional o idónea de corregir esa cojera. Un hombre a pie no puede ni debe ver en el campo los toros heridos, el peligro, le acecharía.

Articulo de Alvaro Domecq y Diez para la revista Aplausos de Febrero de 1996.

Fuente: